A lo largo de nuestra vida humana creamos
sobre la faz de la tierra diversas formas y colores. Cada una de nuestras experiencias de vida,
genera un tejido personal,
dando expresión a nuestras potencialidades
tanto individuales como colectivas.
Este XOCHIPETLATL "tapete florido" es embellecido por el hilo de la dualidad: nuestra más clara luminosidad y nuestra preciosa oscuridad absoluta.
Toda ancestralidad nos enseña que, la vida humana es una continuidad, es como un precioso tejido infinito que nos ofrece sustento y memoria.
La cultura ancestral nunca se desactualiza simplemente se traduce en nuevas formas, se adapta pues es un organismo vivo y en evolución. Así, lo que llamamos 'ancestral' es siempre contemporáneo porque sirve como soporte vital para generar reflexiones sobre la existencia humana y la autoconciencia, nos ofrece experiencias profundas respecto a nuestra ubicación en el tiempo-espacio: “Yo dentro el universo, el universo en mí”.
La ancestralidad es como 'una gran abuela', un pasado vivo y fértil que cósmicamente da luz a la vida cotidiana. También la puedes imaginar como a una noche inmensa, con su brillo propio, que puede expandir tu universo personal, particularmente cuando la experimentas desde su propia lógica simbólica y energética.
Todas mis metodologías de enseñanza respetan, promueven y nacen de mi vivencia, comprensión e interpretación de los ritmos esenciales de los arquetipos Anawakanos que nos guían a través de los ciclos de renovación cósmico-humana.
“Hace cinco años, estaba dedicada a construir una identidad sólida, ajustando mi vida a parámetros modernos que dictan un deber ser; desconociendo mi naturaleza esencial, estudiando solo teóricamente en libros y ensayos ya escritos por otros. Me enfermé de una especie de endometriosis que me llevó a experimentar pérdidas profundas de desorientación personal. Fui atraída hacia la de-construcción de mi identidad esencial, en búsqueda de una nueva guía interior y de la recuperación de mi cuerpo, inicié un camino de retorno a mis raíces para poder nacerme a mí misma”.
A raíz de esta experiencia, aspectos fundamentales de mi vida resurgieron, el tejido de mi vida requirió de profundas reparaciones personales que, inesperadamente, me llevaron a recuperar y establecer una relación dinámica con la memoria colectiva ancestral. Intuitivamente y en la oscuridad, transité desde mi experiencia personal de enfermedad hacia la sabiduría comunitaria de las mujeres artesanas tejedoras, ellas me iniciaron en conocimientos femeninos tan esenciales como profundos. Así, aprendí de ellas sobre el trabajo ancestral de tejer, literal y metafóricamente.